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Buenos Aires, ciudad educadora

sábado, 9 de agosto de 2008

¿Qué tipo de ciudad es generador de ciudadanía?

Por Viviana Taylor


En países como el nuestro, con una clara tendencia a la urbanización, la pregunta es más que pertinente. El mundo hoy se está organizando como una red jerárquica de ciudades de distinta escala e influencia, y esta tendencia debe ser un insumo de políticas públicas.
¿Cuáles serían, entonces, los principios urbanos que se deberían defender para que la ciudad pueda ser más inclusiva?
Según Fabio Quetglas, en “Qué es el desarrollo local”[i], hay seis necesidades prioritarias que las ciudades no deberían desatender:

1. La revalorización del espacio público.
Cuando hablamos de espacio público, estamos aludiendo a un lugar de intercambios, de diálogo, de política. Donde hay menos espacio público, no sólo hay menos ciudad, sino menos ciudadanía; por lo que nos convendría recordar cómo, durante la última década del siglo pasado, a la vez que se iba reduciendo el lugar del Estado de la mano de recorte de las acciones de política pública, y se iba privatizando lo que hasta entonces había sido “de todos”, se restringían los espacios públicos físicos y se desalentaba la participación social y política. El fenómeno de pérdida de sentido público de estos espacios se describió como “deslocalización” y en la actualidad hablamos de “relocalización” para hacer alusión al fenómeno inverso, de recuperación de la dimensión pública de estos espacios.

2. La conciencia de finitud de los recursos.
La ciudad es un espacio de consumo intenso de recursos que son escasos, como el suelo y el agua, a la vez que crea la percepción de tanta distancia del entorno natural que se pierde la noción de tal finitud. Por otra parte, en nuestra cultura es habitual asociar el derroche con cierto “status”: piletas de natación en casas particulares, traslados de una sola persona en automóviles particulares en trayectos entre ciudades, lavavajillas de uso cotidiano en casas con menos de cinco moradores, luces encendidas en ambientes deshabitados o durante el día… A la par de esto, el control del crecimiento urbano y la administración del suelo urbanizable también exigen medidas, a la vez que es necesario crear toda una cultura de densificación de las ciudades, que considere el uso racional de la infraestructura y la recuperación y mantenimiento de los espacios públicos.

3. Prioridad absoluta de los medios de transporte públicos.
No podemos obviar el hecho de que una ciudad sin movilidad es una ciudad mutilada, por lo que una ciudad que depende de medios privados para movilizar sus recursos está en vías de serlo, por insostenible y fragmentada. Si superamos la asociación entre las ideas de transporte privado y status, será fácil percibir que los beneficios superan con creces cualquier argumento a favor de cierta idea de mayor comodidad: el transporte público es más económico, una red eficiente permitiría economizar tiempo, habría menos accidentes, y se reduciría la polución. Y, por supuesto, una red eficiente de transporte público sería accesible a todos y facilitaría la llegada donde fuese necesario.

4. Policentralidad.
Nuestras ciudades “radiales” reflejan una incapacidad de las administraciones locales y de la sociedad para generar alternativas de actividades que constituyan nuevos polos de centralidad, a la vez que se manifiestan como inadecuadas para satisfacer las demandas de las nuevas formas y relaciones económicas. Mientras en algunos sitios se concentra la infraestructura y los servicios, en otros se desatienden las necesidades vinculadas a ellos, obligando a traslados de los eventales –o cotidianos- usuarios. En una ciudad policéntrica se amortiza mejor la infraestructura, se garantizan servicios extendidos, se barre con las barreras de la distancia entre los usuarios y los servicios, y sobre todo con la idea de centro-periferia, puesto que favorece el desarrollo local.

5. Equipamientos suficientes.
Si bien lo que define a una ciudad no son sus equipamientos, una ciudad que no los tenga –o los tenga de un modo insuficiente- no contará con los soportes para la realización de sus actividades. Una ciudad requiere de calles asfaltadas, de red cloacal y de agua corriente, de suministro de gas, de escuelas y servicios de salud, de una terminal de ómnibus y una red de transporte público, de centros culturales, deportivos y de entretenimiento… Cuando estas necesidades sólo son satisfechas por la iniciativa privada, la participación ciudadana es sólo una utopía, en su literal acepción del término.

6. Sostenimiento de espacios de socialización.
En fin, para que una ciudad sea tal, lo más importante es que sus habitantes se consideren ciudadanos, esto es, parte de la misma. Si bien se trata de un valor intangible, no es un valor en absoluto menor. Muchas sociedades fragmentadas no son más que el reflejo material de una ciudad que ya estaba dividida. Y reconstruir la ciudadanía perdida implica asumir el desafío de hacer una ciudad educadora e integradora, para lo que son indispensables los espacios de socialización masivos: una educación pública de calidad, una estructura urbana acorde con esta necesidad, paseos públicos, una oferta cultural diversificada, acceso a los medios de comunicación, etc.

[i] Quetglas, Fabio. “Qué es el desarrollo local”. Editorial Capital Intelectual. Colección Claves para Todos. Buenos Aires. 2008